La intimidad de Orion, Lavezzi, la Gata Fernández y Osmar Ferreyra, protagonistas de San Lorenzo, que desde las 16.10 y ante Arsenal, irá por el título
Termina el almuerzo en el Hindú Club. Hay sonrisas, hay entusiasmo, hay adrenalina en los cuerpos vestidos de azulgrana que van y vienen. Es la hora de la siesta, pero la invitación de LA NACION para una foto compartida, para una producción entre todos, entusiasma a Agustín Orion, Ezequiel Lavezzi, Gastón Fernández y Osmar Ferreyra, cuatro caras visibles del líder, cuatro íntimas historias de San Lorenzo que esta tarde buscará el título del Clausura en el partido frente a Arsenal. “Todavía falta un paso y hay mucha ansiedad”, dice Orion, el arquero. “Hay que estar tranquilos porque todo depende de nosotros”, cuenta Lavezzi, la figura. “Arsenal no será fácil, pero tenemos mucha confianza”, explica La Gata Fernández, el goleador. “Tenemos todo a nuestro favor, pero hay que demostrarlo en la cancha”, advierte Ferreyra, una pieza esencial.
Cuatro símbolos de San Lorenzo abren la puerta de la intimidad, horas antes de la posible vuelta olímpica. Ellos, todos, tienen sus reseñas personales. A punto de saltar a la cancha, abren sus corazones. Sus años recientes merecen su propio espacio, personal. Orion, el arquero, estuvo años relegado detrás de la sombra de Sebastián Saja: Ramón Díaz, el entrenador, le lanzó los guantes mucho antes de la despedida del hoy guardavallas de Gremio. Lavezzi, la figura, en el verano último sugirió por semanas la conveniencia de un pase a River; con sus gambetas, se ganó el corazón de los hinchas otra vez. La Gata, el goleador, pisó el Nuevo Gasómetro en silencio tras años aciagos en River; Díaz le encontró su lugar en la cancha como enganche y brilló. Y Malevo, el valor más resistido en tiempo reciente, se convirtió en un símbolo indispensable en esta campaña: jugó siempre.
Sábado al mediodía. Frío y niebla. Se abren las puertas del Hindú Club. Aparecen Orion, Lavezzi, Fernández y Malevo. Detrás de sus figuras, de sus sonrisas, surgen espontáneas las imágenes de sus vidas.
“Sentí que cuando se fue Sebastián (Saja) iba a ser mi oportunidad, pero jamás me la creí. Siempre di la vida por esta camiseta, pero con humildad y profesionalismo”, cuenta Orion, el arquero, el fanático de Midland, el hombre que sintió el exitismo detrás de la llegada de don Ramón. Y no por el título cercano: antes era un excelente proyecto desconocido para el gran público, hoy es una de las razones del líder y hasta tuvo participación directa en el seleccionado doméstico. “Ramón me dio mucha confianza. Además, fui papá. ¿Qué más puedo pedir?”, cuenta el arquero.
A su lado aparece Lavezzi. El Loco, el Pocho, el hombre de los tatuajes y de la velocidad extrema, el chico que surgió en un club pequeño, Estudiantes de Caseros, hasta encontrar la fama de primera. “Cuando miro para atrás y pienso lo que viví, no lo puedo creer. Por eso, siento que debo estar tranquilo en este momento, que puede ser histórico”, explica Lavezzi, una de las cartas de la posible gloria. Cerca de incorporarse al River de Daniel Passarella, en el verano último, su regreso, sin haberse alejado, resultó bastante traumático. “Pero eso ya pasó. Yo nunca dije que me quería ir de San Lorenzo, si este club me abrió las puertas para ser el que soy”, advierte el delantero, un socio ideal para Gastón Fernández.
La Gata se presentó en silencio, también en el verano, entre los flashes de Ramón y las críticas por un pasado reciente de crisis azulgrana. Tomó la posta de la habilidad y se convirtió en un mimado. “Acá soy feliz. Desde el primer día sentí el cariño de los hinchas y encontré mi verdadero lugar después de no tener chances en River”, explica la Gata, amigo personal de Malevo Ferreyra, el hombre ideal para Ramón, el protagonista que olvidó los silbidos por la confianza plena. “No sé por qué me criticaron tanto. Pero no importa: hoy estoy feliz, con la ilusión de festejar”, cuenta el Malevo. Cuatro historias en busca de la gloria.