Gastón Fernández, el artillero del equipo, y Ezequiel Lavezzi, pura velocidad y frescura, fueron una pareja de ataque explosiva en San Lorenzo
Si es cierto que en cada lauro nuevo un equipo incluye la evocación de alguno del pasado, Gastón Fernández y Ezequiel Lavezzi personificaron en este San Lorenzo campeón el reverdecer de aquella vieja leyenda de los Carasucias. En 1964 fueron muchachos como Doval, Areán, el Bambino Veira o Casa; hoy, la Gata y Pocho refrescan página por página de aquella memorable historia santa y le agregan la coronación que por los eternos caprichos del fútbol aquellos predecesores no habían conseguido. No es usual que el fútbol argentino produzca socios que sintonicen tan bien en todas las materias ofensivas que se le piden a un equipo con ambiciones: en el ex muchacho de River hay lucidez, chispa, habilidad y gol; en el pibe que un día llegó desde Estudiantes de Caseros sobran la velocidad, la habilidad, la guapeza y las ganas. Y también el gol, claro.
De uno y otro ya habían salido aportes fundamentales para la campaña de un equipo sorprendente, pero por lo visto ayer tenían reservado un fin de fiesta inmejorable. La Gata, inteligentísimo, aprovechador fantástico de toda pelota que le llegó, un dechado de precisión para ver y habilitar compañeros; y por si eso no hubiese bastado, goleador cuando el Ciclón más lo necesitaba. Para eso, se puede pensar ahora, apareció primero que nadie en la fila de jugadores que entró en el campo en el segundo tiempo, corriendo, como apurado por borrar las preocupaciones que había diseminado el 2-2 parcial. Lavezzi, un portento de rapidez y desborde en toda la tarde, un tormento para los zagueros de Arsenal que se turnaron para (no) controlarlo. Y un látigo caminante para firmar el segundo gol, con un derechazo pegado a un poste de Cuenca.
Como en una predeterminación curiosa, detrás de uno y de otro hay historias con puntos en común. Gastón, de 23 años, llegó a San Lorenzo después de ser dejado de lado por River y en el Bajo Flores se encontró como en su hogar; Ezequiel, de 22, se rodeó del recelo de hinchas azulgranas que, en el último verano, le endilgaban su deseo de irse a Núñez, pero lo borró con actuaciones soberbias. La Gata no vivió la oscuridad del año pasado, cuando el equipo era la personificación de las dificultades. Pero Lavezzi, sí. "Pensar que hace cinco meses no podíamos salir de la cancha porque la gente nos insultaba... ¿Viste cómo cambió la cosa? Eso es lo lindo del fútbol. Me cuesta creer que esté viviendo esta felicidad después de haber pasado lo que pasamos. Me quedé para salir campeón y lo logré. Y yo nunca dije que quería irme a River. El que lo entendió así, malinterpretó mis palabras. Por suerte, el fútbol siempre te da revancha. Les agradezco a todos los hinchas porque siempre me trataron como si fuera un ídolo", decía el pibe rosarino ayer, tapado por muestras de afecto tan contrapuestas a ese pasado no muy lejano.
La Gata también se acordó de su propia transición entre el mundo millonario y el cuervo . "Ramón Díaz fue el que me pidió y quería que viniera a hacer cosas importantes a este club. Hoy puedo disfrutar todo esto y debo agradecérselo a él. Y soy un agradecido a la gente de San Lorenzo, que me trató maravillosamente durante estos meses". Todo un gesto de reconocimiento en medio de un momento en el que interiormente cabía, más que ninguna otra cosa, manifestar la satisfacción por lo que cada uno íntimamente sentía haber conseguido. "Para mí, esto es un sueño. Tenía muchas ganas de vivir algo así, con este cuerpo técnico y con este grupo. Afortunadamente todo salió como queríamos", agregó el delantero que aquella tarde de la Bombonera, el 4 de marzo último y con un tanto a Caranta, abrió una serie goleadora que se prolongó por tres partidos más: anotó posteriormente dos ante Banfield, uno -el del triunfo- frente a Central, en Rosario, y dos contra Independiente.
En la tarde decisiva, Lavezzi estuvo a la altura de sí mismo y de lo que se esperaba de él. Primero, con aquel golazo para el 2-0; después, en esa ráfaga del segundo tiempo con la que el Ciclón se aseguró el título, con otra irrupción incontenible en el área que Sekagya interrumpió cometiéndole el penal del definitivo 4-2. Y siempre, con innumerables arranques por uno y otro costado, pletóricos de ganas, de velocidad. "Hay que disfrutar este título -dijo, también-entre todos, porque tanto los dirigentes como el cuerpo técnico y los jugadores aportaron lo suyo para lograrlo".
La Gata también le encontró significado propio a lo conseguido. "Me siento muy importante en este equipo; por eso y por todos le doy tanto valor a lo que hicimos durante todo el campeonato. Ojalá podamos mantener este grupo para lo que viene. Vamos a demostrar que queremos seguir haciendo cosas importantes para esta institución". Cuánto tiempo abarcará ese futuro deseado no lo sabe nadie, pero por ahora él y su socio Lavezzi lo demostraron por demás.
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